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Confundir prioridades

JUVENTUD ALCALÁ 33 – 30 CBJA

 UROS RIVAS 62 – 11 CBJA


En los últimos años, se está viviendo en un sector (cada vez más amplio) del baloncesto de formación una preocupante deriva. Ganar se ha convertido en el único objetivo viable y no en un complemento motivacional y de refuerzo para el trabajo de aprendizaje semanal. Obviamente, los chicos deben convivir desde muy pronto con la persecución del triunfo, con la competitividad propia de los torneos de alto nivel incluso, en edades tan tempranas. Pero ganar nunca fue, cuando se trata de educación en valores deportivos, un fin en sí mismo.


Quedar campeón, llegar a los últimos escalones de una competición, conquistar la victoria semana tras semana debe ser una consecuencia hermosa del trabajo bien hecho pero nunca un objetivo a alcanzar sin detenerse a entender el camino. No vale todo y, mucho menos, cuando los niños acaban de comenzar a practicar este deporte, cuando el principal premio de cada entrenador es que ninguno de ellos abandone la práctica deportiva de forma prematura, que se desarrollen en valores  que se van a trasladar a su vida diaria.


Cada entrenador es un referente de enorme fuerza para los pequeños e influye en ellos, posiblemente, mucho más de lo que pueda llegar a suponer, tanto que será mejor entrenador de baloncesto de cantera el que les convierta en mejores personas que el que les haga ganar más partidos.  Es una pena (y casi un drama) ver en el parqué a chicos cargados de ansiedad esperando responder a unas expectativas exageradas. Es un horror ver a los pequeños mirando hacia el banquillo con la cabeza agachada mientras sus formadores pierden los nervios y hierven en protestas o desaires. Los niños aprenden lo que ven y en una cancha, también. Procuremos que no vean lo que no queramos que repitan. Procuremos también respetar sus ritmos, no saltar etapas de aprendizaje obsesionados con ganar, corregir sus posibles malos comportamientos en cada entrenamiento, en cada partido. Cada segundo dedicado a orientarles se multiplica exponencialmente con su posterior evolución adolescente.  Dicho todo esto, cada palo que sostenga su vela. Los educadores que desvían la senda, yerran. Los padres que amparan ese proceso formativo, más aún. La satisfacción de ganar un partido a cualquier precio tiene un eco muy pobre a largo plazo.


El partido ante el Juventud Alcalá era un encuentro con mucha carga emocional porque estaba en juego la clasificación a las eliminatorias por el título. Es inevitable que los chicos, sin un bagaje que les permita controlar estas situaciones de tensión, se atenacen e incluso sufran. Lo importante es buscar la fórmula para sacudirse los nervios y jugar sin el agarrotamiento que impide disfrutar y eso precisamente se adquiere jugando más encuentros como éste, aprendiendo a competir dando el máximo y asumiendo que se puede perder sin que las consecuencias nos devoren. Se cayó pero en el siguiente entrenamiento hubo sonrisas, juegos y hasta Donuts. No está mal para aprender que la derrota no te impide seguir divirtiéndote con tu deporte. 


La siguiente cita fue ante Uros, un equipo infranqueable con un baloncesto muy fluido, sorprendentemente maduro para la categoría y con un acierto en el tiro exterior muy extraño a esta edad. Los miniraptors sabían de lo imposible de la misión pero plantaron cara de la mejor forma que pudieron y pelearon al máximo.  La temporada continúa. El equipo sigue aprendiendo. Los chicos estrechan sus lazos. No estamos tan mal, ¿no?

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